DAR Y PERDER LA VIDA*
Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un hospital de Stanford, conocí a una Umita llamada Liz, que sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quién había sobrevivido a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.
El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a darle su sangre. Yo lo ví dudar por un momento antes de tomar un gran suspiro y decir: " Sí, lo haré si eso salva a Liz".
Mientras las transfusión se hacía, él estaba acostado en una cama al lado de su hermana, muy sonriente, mientras nosotros los asistíamos y veíamos regresar el color a las mejillas de la niña. De pronto el pequeño se puso pálido y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: ¿ A qué hora empezaré a morir? ”
No había comprendido al doctor: Pensaba que tendría que darle toda su sangre a su hermana. Y aún así había aceptado.
¿Qué harías por un ser amado?
¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar para dar alivio a alguien que quieres?
¿Has pensado en la posibilidad de que una parte de tu cuerpo sirva a otro cuando mueras?
Contribución de: Sebastian Núñez, Lucía Posada.
Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un hospital de Stanford, conocí a una Umita llamada Liz, que sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quién había sobrevivido a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.
El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a darle su sangre. Yo lo ví dudar por un momento antes de tomar un gran suspiro y decir: " Sí, lo haré si eso salva a Liz".
Mientras las transfusión se hacía, él estaba acostado en una cama al lado de su hermana, muy sonriente, mientras nosotros los asistíamos y veíamos regresar el color a las mejillas de la niña. De pronto el pequeño se puso pálido y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: ¿ A qué hora empezaré a morir? ”
No había comprendido al doctor: Pensaba que tendría que darle toda su sangre a su hermana. Y aún así había aceptado.
¿Qué harías por un ser amado?
¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar para dar alivio a alguien que quieres?
¿Has pensado en la posibilidad de que una parte de tu cuerpo sirva a otro cuando mueras?
Contribución de: Sebastian Núñez, Lucía Posada.
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